Ya decía yo hace tiempo que las rotondas, importadas de Francia para regular la circulación, no podían traernos nada bueno.
La culpa fue de Miguel Induraín y sus cinco Tours. Nos pegaba a la televisión en las sobremesas del mes de julio de aquellos principios de los noventa y veíamos como nuestro país vecino estaba plagado de rotondas para regular la circulación, y eso que los periodistas deportivos ya anunciaban su peligrosidad para los "esforzados de la ruta". A partir de ahí, con responsables del Ministerio de Fomento o de Transportes o algún Jefe de Tráfico de vacaciones siguiendo las evoluciones del superindurain alguno de ellos dijo: -esto lo pongo yo en España y me quito de un montón de cruces peligrosos y de problemas-.
No en Siero.
Tras la primera bofetada, no premeditada, ahora vienen las otras, las de a rey muerto rey puesto, y vemos con estupor como día tras día se postulan tirios y troyanos para ocupar tan apetecible sillón; algunos incluso que quieren hacer una operación al estilo Nava.
Cualquier cosa con tal de figurar.
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